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Capilla del Monte, el pueblo de Argentina donde «todo el mundo ha visto un ovni alguna vez en su vida»

PorTaitito

Jun 10, 2017

La emoción de Alicia Pagez, una residente de Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, en el centro de Argentina, va aumentando a medida que le llegan las fotos de la noche anterior, cuando estuvo en la sierra buscando objetos voladores no identificados (ovnis).

«¡Mirá esto!», me dice, sobre imágenes en las que se ven unas luces raras, con formas circulares, de colores fluorescentes.

«No te puedo explicar lo que vimos, terminamos mareados», asegura, exhausta.

Ni ella ni yo tenemos certeza de lo que se ve en las fotos, que claramente no es el típico reflejo de la luz.

Es algo raro. Algo que Alicia -y quizá yo- podrá añadir a la larga lista de «cosas raras» que se ven en este pueblo donde prácticamente todos los habitantes pueden contar con pelos y señales la historia del día en que, supuestamente, vieron un ovni.

«Acá todo el mundo ha visto un Ovni alguna vez en su vida», dice Pagez.

Capital mundial del avistamiento de ovnis

 Capilla del Monte, un pequeño pueblo de 10.000 habitantes en el norte de Córdoba, es visitado por miles de personas de todo el mundo en busca de experiencias trascendentales, ufológicas o espirituales.

El aviso que da la bienvenida al pueblo tiene la figura de un extraterrestre verde, calvo y cabezón que se encarama sobre el cartel.

Las tiendas de suvenires venden cuarzos, inciensos, libros sobre cómo armonizar los chacras y figuritas del mismo muñeco alienígena de ojos redondos tomando fernet, una bebida tradicional en la zona.

Una vez al año se realiza acá el Congreso Internacional de OVNILOGÍA, un evento multitudinario que se añade a los cientos de planes, paseos y charlas para quienes buscan experiencias holísticas y ufológicas en sus vacaciones.

Agustín Galarza, por ejemplo, viajó 600 kilómetros desde Santa Fe para visitar el Centro de Informes de Ovnis (CIO) ubicado en las faldas de las místicas sierras que rodean a Capilla.

«Me gusta leer y creo que es bueno que se sepa que no estamos solos», me dice. «A los gobiernos no les interesa que esto se sepa y por eso este tipo de lugares son importantes para que estemos mejor informados».

El CIO, fundado hace 21 años, está en una pequeña casa de ladrillo rodeada de jardines con flores y cactus bajo la vigilancia de una estatua del mencionado extraterrestre verde con ojos negros y una suerte de sonrisa.

Luz Mary López es la colombiana con 23 años en Argentina que administra y da las charlas en el CIO.

«Acá en Capilla se venden muchos mitos sobre sujetos, experiencias y civilizaciones más allá de lo humano, pero lo que nosotros presentamos es la evidencia documental de que los seres humanos no estamos solos», le dice a BBC Mundo.

En la sala de la casa, donde tiene su sitio de conferencias y la cabina de su programa de radio, hay carteles y recortes de prensa viejos y nuevos, locales y extranjeros, de los diferentes reportes según les cuales el mundo ha visto el paso de extraterrestres.

Se documentan las líneas de Nazca en Perú, por ejemplo, así como las piedras de Stone Hedge, en Inglaterra.

Cómo se convirtió en esto

Y también hay una pared entera que documenta el evento fundacional de toda esta historia: la huella del Pajarillo en el cerro Uritorco, a 4 kilómetros de Capilla del Monte.

Cuenta el relato que el 9 de enero 1986 un supuesto ovni al parecer se estacionó sobre una de las fastuosas sierras de la zona y dejó una huella ovalada de 122 metros de largo por 64 de ancho que duró marcada por tres años.

Tres personas que vivían cerca del cerro Pajarillo dijeron haber visto esa noche una «cosa (nave) redonda con ventanillas» y luego «una luz roja enceguecedora» que iluminó su casa.

Los testimonios fueron divulgados al día siguiente y la historia creció como una bola de nieve.

Así, como un hecho, lo reportó la agencia de noticias estatal, Télam: «Un objeto volador no identificado de grandes dimensiones, cuyas evoluciones fueron observadas por espacio de una hora, descendió en la ladera de una de las lomas de la Sierra del Pajarillo, a unos 12 kilómetros al noreste de Capilla del Monte».

Con el tiempo surgieron teorías de que fue un incendio provocado y controlado para promover Capilla como destino turístico o de que se trató de la prueba de un misil por parte del ejército.

Aunque es la más importante, la historia de la huella del Pajarillo es una entre muchas más que se oyen en Capilla del Monte sobre presencia de seres no identificados.

Otra, por ejemplo, habla de la existencia de la ciudad de Erks, en el centro del cerro Uritorco, donde supuestamente se guarda un «bastón de mando» que hace 8.000 años mandó a hacer un jefe comechingón, la cultura indígena que vivía en esta zona y se inmoló de manera colectiva cuando llegaron los españoles.

En ese bastón, se cree, está sabiduría de la humanidad.

¿Es el cuarzo o es una carretera o no es nada?

 Pero más allá del esoterismo, estas espléndidas sierras forradas en gramíneas tienen algo de especial. Algo que quizá explique las luces en las fotos que llegaban al celular de Alicia.

Por un lado, algunos aseguran que la presencia de materiales como cuarzo, feldespatos y turmalinas en las rocas que componen las sierras pueden generar cargas que generan plasmas.

Pero para Edgardo Baldo, director del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra de la Universidad Nacional de Córdoba y quizá el geólogo que más ha estudiado estas zonas, «no hay nada de especial de estas sierras desde el punto de vista puramente geológico».

«El cerro Uritorco está hecho de una roca muy común, el granito, que tiene entre sus componentes cuarzo y mica, entre otras cosas, pero todas las sierras grandes de Córdoba tienen esa misma roca, son las cumbres de achala (…) En el Uritorco no hay una anomalía de cuarzo», explica.

El científico recuerda que hace unos años colegas suyos del departamento de Física publicaron un estudio según el cual las luces son reflejo de unos vehículos que pasan por una carretera que está justo detrás de las sierras.

«Pero en realidad, pese a que he estudiado la zona durante décadas, no sabría si las luces realmente existen y cómo se pueden explicar», concluye Baldo.

Coincide con él Horacio Damián, un risueño campesino de sombrero y ojos pronunciados que vive debajo de las cuevas de Ongamira, en la médula del supuesto meollo energético.

«Esto no es para todos», me dice. «Salvo las estrellas fugaces, yo nunca he visto nada».