Muchos comentaristas sociales lamentan cómo se está perdiendo el arte de la conversación porque la gente prefiere usar el correo electrónico o enviar SMS y tuits para comunicarse. Pero los entusiastas de la palabra hablada están dando batalla. Así lo revela un informe de la BBC.
¿Podemos hablar? es una invitación a los chismes, al cotilleo.
Pero ya no es sólo una pregunta retórica. «¿Podemos hablar?» se ha convertido en uno de los temas sociales, culturales e incluso filosóficos más apremiantes para algunos académicos y científicos sociales.
La psicóloga y profesora Sherry Turkle advierte que estamos en peligro de perder la capacidad de hablar como alguna vez la entendimos.
Algunos de sus colegas señalan cómo la ubicuidad de la interacción digital sustituye a la conversación e incluso degrada nuestra facilidad para ello.
Minutos gratuitos
Algunas empresas de telefonía móvil han indicado que muchos clientes ya no consumen su paquete de «minutos gratuitos». En su lugar, todo pasa por enviar mensajes y los servicios que ofrece la conexión a internet.
En otras palabras, hemos llegado a la situación extraordinaria en la que tenemos más conversaciones digitales que «reales», como se ve confirmado por cifras del regulador británico de las comunicaciones Ofcom.
La profesora Turkle, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), ha estado investigando cómo el teléfono inteligente nos ha dejado tontos, o por lo menos mudos.
«Le pregunto a la gente qué está sucediendo con la conversación y ellos me dicen: ‘Lo que está mal es que se lleva a cabo en tiempo real y no se puede controlar lo que uno va a decir», explicó.
«A lo que se refieren es que prefieren tener el control y poder hacer su parte de la conversación cuando están relajados, cuando pueden editar y también quieren publicar su parte de la conversación», agregó.
En boca cerrada…
La psicóloga pinta un panorama desolador de los jóvenes que se ven afectados por una especie de trismo (cierre intenso de la boca debido a una contracción intensa de los músculos masticadores) psicológico cuando se enfrentan a la experiencia de hablar con otro ser humano por teléfono.
Entonces, ¿cómo tienen una cita?
Turkle asegura que cuando un chico conoce a una chica, tras haber hecho el primer contacto en internet, son apoyados por amigos que actúan como los asistentes de un boxeador.
Desde sus esquinas ofrecen asesoramiento sobre tuits y mensajes justo hasta el momento en que el discurso pasado de moda y el lenguaje corporal toman el rol protagónico.
Pero la profesora dice que los jóvenes no tienen toda la culpa. Al menos una generación ha crecido con los padres pegados al teléfono y emocionalmente ausentes (en el patio de recreo, en la mesa de la cena, en cualquier lugar) por lo que están distraídos por sus vidas en línea
Emocionalmente ausente
Pero no todo está perdido. En los alrededores silenciosos de un club privados de Londres, la gurú de la etiqueta Diana Mather está reviviendo el noble arte de la conversación, un té por tarde a la vez.
La especialista ilumina a sus clientes sobre la forma correcta de embarcarse en una pequeña charla y cómo abandonarla.
¿Su consejo para terminar una conversación? «Ha sido genial conocerte, pero estoy seguro que tienes un montón de personas con las que hablar».
En la sociedad educada simplemente no se juega con el teléfono durante la conversación, le dice Mather al programa Newsnight de la BBC.
Así demuestras a tu interlocutor que no tiene toda tu atención, y bien podría costarte un valioso negocio.
«Enviar mensajes de texto y hablar es tan grosero. Es como que yo tenga una conversación con usted y una conversación completamente diferente con otra persona –ignorándolo por completo– hablándole otra vez cuando me da la gana», puntualizó.
«Nueva conversación»
Spencer Kelly, presentador del programa de tecnología de la BBC, cree que la omnipresencia de dispositivos ha hecho que las conversaciones sean más «amplias, superficiales y extensas».
Estamos en contacto con más personas, pero nuestra correspondencia también está más recortada.
Aunque, con el tiempo, una serie de mensajes o de correos electrónicos puede llegar a ser el equivalente moderno de un intercambio de cartas del siglo XIX, pero bastante más conciso y quizás con menos signos de puntuación.
Como Kelly, el académico de Oxford y autor Theodore Zeldin ha identificado una «nueva conversación».
Para él, es lo contrario de la jerga tradicional: pequeñas conversaciones destinadas a engrasar los engranajes de las relaciones sociales.
La nueva conversación trata nada menos que de conocer el mundo a través de una comprensión cabal de otra gente, y esto se puede lograr hablando con ellos largo y tendido sobre cuestiones que hacen reflexionar.
«La vieja (conversación) era para pasar el tiempo, como muestra de respeto, de hacer lo que la etiqueta exigía», explicó Zeldin.
Receta bien guardada
«La nueva conversación tiene un propósito diferente: descubrir quiénes son las otras personas. Nuestro objetivo es saber quién habita el mundo, de forma individual, uno por uno».
Bajo los auspicios del proyecto Oxford Muse de Zeldin, se invita a extraños a conversar unos con otros sobre temas elegidos de un menú.
Es una receta muy bien guardada, para preservar el factor sorpresa, pero basta con decir que los temas objeto de debate entre sus voluntarios incluyen sus temores y sus amores.
Los participantes, principalmente veinteañeros, le dijeron a la BBC que la sesión fue un cambio estimulante al dejar el pub con sus amigos pegados al celular.
Es ciertamente un experimento admirable, dijo el periodista de la BBC Stephen Smith, pero viendo a estos brillantes jóvenes que llenan un elegante salón en Oxford con sus conversaciones me llamó la atención lo pasado de moda, incluso pintoresco, que le podría parecer a algunos.